martes, 24 de febrero de 2015

Apoyos



Tengo una amiga en una situación difícil por un tema familiar. Baste con eso, dar más detalles sería meterme donde no me llaman, violar su derecho a la intimidad y abusar de su confianza.

Por ello, si me lo permitís, y si no también, que a fin de cuentas la decisión es mía, dirigiré esta entrada a esa persona.

En una conversación (que es como ahora damos en llamar a lo que no es más que intercambio de mensajes) me dijiste el domingo cómo estaba la cosa y hubo una de tus respuestas que me dejó (hablando en plata) jodido. En concreto aquella que hacía referencia a ser cada vez más conscientes de algo y hacer cada vez más otra cosa.

En momentos como estos es cuando uno se pregunta por qué, si tan fácil resulta en las películas, no ha sufrido un accidente estrambótico que le confiera súper poderes con los que poder ayudar gente como tu, gente que merece la pena y que te importa de verdad.

¿Qué nos queda a los pobres mortales, ciudadanos de a pie, más que ofrecer nuestro apoyo, nuestros ánimos o nuestras oraciones a un Dios cuya existencia a veces cuestionamos?

Entiendo que entre el trabajo y tu situación estarás más que ocupada y con la cabeza al borde de estallar esparciendo tu masa encefálica (sobre cuyo presunto volumen no entraremos a discutir otra vez). Por eso también te ofrecí, y mantengo la oferta, el ir y tomar un café contigo para distraerte un poco con charla banal y absurda, que sabes que es algo que se me da muy bien (y quien dice un café dice otra cosa, no nos engañemos, tú y yo hemos tomado pocos cafés y muchos botellines).

Por otra parte, en las conversaciones que tenemos cuando tienes tiempo y ganas, demuestras una entereza y una presencia de ánimo enormes e incluso ramalazos de ese humor tan especial del que sueles hacer gala. Ante eso, amiga mía, no me queda más que mostrarte mi admiración poniéndome en pie y dedicándote una cerrada y sincera ovación.

Decía Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”

Tú estás en esa última categoría. Luchas siempre por lo que crees y lo que quieres, ya sea por tu actual situación o por llegar a la barra a pedir una ronda de botellines en alguna de nuestras tardes de fútbol en la ribera del Manzanares (¡para que luego digan que ser del Atleti no imprime carácter!). Por eso eres de esas personas imprescindibles, de aquellas que, si no las conoces, tienes que buscarlas porque son de las que de verdad aprendes y las que de verdad te aportan en la vida.

Todos nacemos en una familia, pero luego elegimos a los amigos, y eso hace de la amistad un privilegio enorme, casi sagrado, porque es algo que una persona te da de forma voluntaria y por propia elección. Entre tus amigos has elegido (en una decisión que dice muy poco sobre tu criterio y buen gusto) que esté este humilde juntaletras. Gracias por ello. Sólo espero poder devolverte algo de lo que me has dado, en esta u otra situación.

Voy, como siempre, a poner un fondo musical a esta entrada y esta vez voy a elegir a un clásico de la música española:

“Resistiré para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco, que se dobla pero siempre sigue en pie”

Resiste, amiga mía, no te rindas y, si necesitas que alguien te ayude a levantar un cortavientos acuérdate de este pobre mortal que no viene de otro planeta, al que no ha picado una araña ni ha sido irradiado con extrañas fuentes nucleares. No seré un héroe de tebeo, pero si se trata de dejarse la piel por un amigo… ¡que tiemblen Supermán, Spiderman, Batman y Hulk juntos!

Todo el ánimo del mundo para ti, para tu hermano y para toda tu familia y un abrazo muy fuerte.

viernes, 20 de febrero de 2015

Cambios



Ante todo mucha calma.

No padezco, como algún lector pudiera pensar por la rápida publicación de una nueva entrada nada más publicar la primera, de hiperactividad.

Tampoco es que piense que la primera entrada haya tenido un éxito de crítica y público de tales dimensiones que justifique su inmediata continuación con una segunda por petición popular masiva.

Sí que quiero, en cualquier caso, hablar de cambios.

Este blog se empezó a publicar esta mañana en otra plataforma diferente. Ilusionado había publicado mi mensaje de bienvenida a todos aquellos que, imprudentemente, entrasen y leyesen lo que tenía que decir.

¿Cuál es el siguiente paso lógico? Convendrás conmigo estimado lector que hacer llegar la dirección de dicho blog a lo que vienen siendo los amigos para que puedan entrar, leerte y comentar.

Hecha la publicación y compartida la buena nueva con los colegas de ambos sexos quedas a la espera, nervioso, expectante, haciendo apuestas contigo mismo sobre quién será el primero en leerlo y comentarte algo sobre el contenido de tu escrito y/o sobre tu estilo al escribirlo.

Súbitamente el teléfono te silba para avisarte de que te ha llegado un mensaje (el por qué tanta gente hemos elegido el silbidito como tono de aviso podría ser objeto de estudio y reflexión en una serie de entradas posteriores si mereciera la pena, pero no lo merece).

Coges el teléfono, entras y te dispones a leer el mensaje, casi lamentando no tener que ponerte unas gafas para hacerlo ya que ese sería un detalle que le otorgaría al momento la debida pompa y circunstancia, y así, de sopetón te encuentras con lo siguiente:

¿Por qué sale un anuncio de un antídoto contra la impotencia?

Lo lees, lo relees incrédulo, respiras hondo, cuentas hasta diez, haces yoga mental y, una vez calmado, contestas a dicho mensaje con la moderación que te caracteriza:

J@puta!!!

¿Eso es lo único que te ha llamado la atención? ¿Nada sobre el contenido, el estilo o, aunque sea, el color de fondo? ¿Tú te llamas mi amig@? Permíteme que te diga que ¡¡¡por los cojones!!!

Pues de eso quería escribir, queridos lectores, del motivo del cambio de plataforma utilizada para hacer llegar al mundo mis perlas de sabiduría.

¡Ah! Y también de que tengo en oferta amig@s para intercambiar por otros que se fijen en lo fundamental de lo que ocurre en la película de la vida y que se vayan al baño en los anuncios en vez de otr@s que se pasan la película en el baño y sólo salen para ver los anuncios.

No es el tipo de música que me gusta, pero, puestos a que la experiencia resulte totalmente decepcionante, quizá esta entrada debería llevar de fondo a los Manolos cantando aquello de “Amigos para siempre means you’ll always be my friend”

Y una vez más: ¡¡Gracias amig@!!

¡Bienvenidos!



Hola


Como persona con una educación tradicional en un colegio de curas he sido instruido en que lo primero que se hace al iniciar una conversación, aunque de momento vaya a ser unilateral, es saludar.


Luego conviene presentarse, no vaya a ser que alguien te tome por lo que no eres y, a estas alturas de la película, no está uno para enredarse en una guerra de desmentidos, dejemos eso para los profesionales del ramo.


Pues, como el astuto lector habrá notado por el uso del género en adjetivos y determinantes, soy un hombre de una edad indeterminada, si bien, por estadística pura, puede decirse que estoy ya en la segunda parte del partido que todos jugamos contra el tiempo, pese a que sepamos de antemano que es un partido que inevitablemente vamos a perder sin posibilidad de llegar a la prórroga ni mucho menos a los penaltis.


Vivo en Madrid y con eso ya debería estar todo dicho pero, para los que no conozcan mi ciudad decir tan sólo que es una ciudad que te agobia, que te vuelve loco, que te desespera, que te machaca, incluso, parafraseando la famosa frase de la movida madrileña puede decirse que Madrid te mata… pero no la cambiaría por ir a vivir a ninguna otra ciudad del mundo.


Ahora lanzo una pregunta al aire y no pretendo que nadie me la conteste porque es casi más una pregunta para mí: ¿por qué me meto yo a esto de escribir un blog?


Podría decir que considero que mi experiencia vital me ha hecho adquirir vastos (y bastos) conocimientos y que, movido por un altruismo sin límites y un infinito amor por el género humano, he pensado que alguno de dichos conocimientos puede ayudar a algún joven, aún en los primeros minutos del partido con el tiempo del que ya hemos hablado, para evitar cometer errores que ya cometieron sus mayores y que generosamente han compartido con él desde la que podríamos llamar la atalaya de su sabiduría (y desde aquí doy las gracias a la persona forjadora de dicha expresión).


Pero seamos sinceros, en realidad esto es un pique. Conoces a alguien que tiene un blog, lees, sigues, comentas con esa persona en su blog y repentinamente piensas ¿por qué jugar siempre en campo contrario? (vale, lo reconozco, me gusta el fútbol).


Pues aquí queda abierto e inaugurado mi “estadio”. Se encienden las luces, suena el himno y enfilo el túnel de vestuarios hacia el campo para jugar alguno de los partidos dialécticos en campo propio.


Abrigaos, los partidos serán mayormente nocturnos y por mi experiencia de muchos años yendo al fútbol, el frío te termina mordiendo.


Yo mientras me quedo mirando a la grada escuchando alguno de los muchos himnos que he ido atesorando a lo largo del tiempo (ya os daréis cuenta de que otra de las pasiones que tengo es la música).


Para este comienzo no se me ocurre ningún himno mejor que una de las mejores canciones (si no la mejor) que se han escrito desde la noche de los tiempos:



Together, Wendy, we can live with the sadness

I’ll love you with all the madness in my soul

Someday, girl, I don’t know when

We’re gonna get to that place where we really want to go

And we’ll walk in the sun

But ‘till then, tramps like us, baby,

We were BORN TO RUN


¡Bienvenidos!